¿Dónde está el limite?

Es cierto que existen límites, no todo el mundo puede hacerlo todo y, aunque eso sea cierto también lo es que, en la inmensa mayoría de casos, estamos lejos de llegar al máximo de nuestras capacidades.

Los límites que más nos bloquean no son los físicos, ya que sobre estos sabemos buscar la forma de sortearlos o, llegado el caso, aceptarlos y buscar otros caminos, son los límites mentales, esos techos de cristal cuyo máximo carcelero soy yo mismo, el carcelero más feroz y despiadado.

En mi actividad como coach, uno de los caminos que más transito con mis clientes es, precisamente, el de esos límites construidos en los más de los casos, sobre sólidos y robustos cimientos de creencias, muchas de las cuales se gestaron, con la mejor de las intenciones, en nuestra más terna infancia.

Personas que ocupan la cima organizativa y que tienen privilegiadas cabezas, quedan bloqueadas ante creencias que no resistirían ese análisis sesudo del que tantas veces hacen gala.

Esos límites son los que impiden que crezca, que me desarrolle hasta el techo de mis capacidades, la creencia de que son mucho más bajas de lo que son en realidad.

Largo en la entrevista realizada por Concejo (2018) para La Vanguardia , afirma “cada niño nace con un potencial concreto y que este no puede incrementarse por mucho que nos esforcemos”, algo con lo que no podría estar más de acuerdo, lejos de esas teorías naif que sostienen que podemos con lo que nos propongamos y, ¿cuánto más lejos podemos llegar si llevamos al límite nuestras capacidades?

No se trata de ser invencible , de ser Superman o Superwoman, se trata de cuestionarme si, aquello que pensé que no era posible, realmente lo era o es tan solo una idea que desarrollé por la influencia de terceros y de mi mismo y que elevé a la categoría de dogma irrefutable.

Solo pensar en las victorias conseguidas sobre mis límites me hacen pensar que estos, lejos de ser reales, no son más que una meta mucho más lejana de lo que nunca pude imaginar: mi capacidad supera, y con mucho, la pronosticada inicialmente, como la de cualquier persona.

¿Empezamos a explorar esos límites?

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