Afrontar el agravio

Estoy realmente contento, y es que, a mis cincuentaytantos, acabo por descubrir que no vale la pena malgastar tiempo y esfuerzo en aceptar agravios (o lo que yo pudiera pensar que lo son) y me explico.

Como directivo, como líder, como par, como colaborador, incluso como amigo o colega profesional, han sido demasiadas las veces que he aceptado regalos envenenados en forma de mensajes, comportamientos o palabras y el resultado ha sido siempre y sin excepción, malestar por mi parte, algo así como desgaste emocional sin sentido.

Si hay algo sobre lo que deba reflexionar, bienvenida sea la crítica, que no el ataque y, si fuera tal, mejor tomarlo como un amable regalo que me permite corregir el rumbo, no puedo olvidar que aquello que es lanzado y no recogido, se queda en propiedad del emisor.

A fuer de ser sincero, también ha habido veces en las que he puesto tono a un correo o un escrito, sin tener jamás la certeza de que esto fuera así y, bien al contrario, hubiera podido llevar un tono jocoso e incluso bromista.

Por tanto, sigo llegando a la misma conclusión, aquello que me hiere es porque permito que lo haga, a aquello que me agrede simplemente le he abierto la puerta cuando la habría podido mantener cerrada.

Y para ello, imprescindible mantener esa isla interior, esa isla de recogimiento que me permite guarecerme en mi serenidad, no se trata de vetar el paso a las emociones, se trata de recogerlas, captar el mensaje que traen para mi y despojarlas de intencionalidad, de ese modo puedo captar la información que me permita manejar la situación desde la racionalidad, impidiendo que sea la emoción la que actúe en mi nombre.

Está claro que no puedo elegir lo que me ocurre en un mundo vivo e incierto, aunque sí puedo elegir la respuesta que le doy a ello.

Maravillosos aprendizajes que llegan en forma de vivencias cuando menos lo espero, un Universo lleno de enseñanzas que están ahí para cuando esté preparado para verlas.

¿Ataques?, solo si los tomo como tales

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