Liderazgo: el complejo arte de la influencia

No es lo que es, es lo que creo que es, no es quien es, sino quien creo que es, no es quien es, sino quien puede llegar a ser.

Cada realidad una hoja en blanco, toda por escribir, cada persona recién nacida, un lienzo en blanco, con carencias y potencialidades, con luces y sombras, y no se trata de lo que tiene o lo que es, si no de lo que puede llegar a Ser y a conseguir.

Y ahí es donde nace la necesidad de un liderazgo inspirador, de un liderazgo retador a la par que compasivo, ahí muere el café para todos y nace el poder de la singularidad, de la observación y la escucha, donde ningún delfín será obligado a trepar árboles y a ningún tigre se le pedirá ser un campeón de natación.

Tuve la ocasión de mentorizar a una Coach maravillosa, compasiva y retadora, que no creía que pudiera ser una buena Coach y la razón era muy simple: en su pasado hubo alguien que se dedicó a minar su valía, a hacerle pensar que no valía, a fijarse solo en sus debilidades y no en sus fortalezas. Cuando pudo desprenderse de todas esas capas, pudo florecer su valía y fuerza.

Todos influimos sobre alguien, y esa es la elección que debemos hacer, el modo en el que queremos influir sobre otros, ya sea hijos, nietos, familiares, alumnos, compañeros, amigos, pareja o sociedad en general.

Cada persona tiene sus dones, sus fortalezas y sus áreas de mejora, si nos fijamos tan solo en que un pingüino es torpe caminando, no podremos ver su tremenda capacidad natatoria, su especial forma de zambullirse y disfrutar en su medio, y ese es precisamente el cometido que, como líderes, algunas personas tienen.

¿Quién es o quién puede llegar a Ser?

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