Yendo hacia la vida

Fotos: Hawkarena y Miachael Gayda en Pixabay

Es posible que sea la época del año, o quizás las noticias que llegan de aquí y de allá, de la valla de las ciudades españolas en África, de los campos de refugiados sirios en Europa o de los miles de personas que huyen de la esclavitud, la opresión, la guerra, la injusticia y tantas otras atrocidades.

Me resulta doloroso ver esos millones, por qué son millones de personas, yendo ni más ni menos que hacia la vida, sin más florituras, bajo la mirada escrutadora de los pueblos a los que se dirigen, pensando en la maldad que hay en ellas.

Se ponen miles de excusas que no responden más que a un puñado de términos: xenofobia, soberbia, egoísmo, incomprensión.

Cualquiera de nosotros podría estar en su caso, lo único que nos diferencia de ellos es el lugar que nos ha acogido para esta vida, algo que nos hace unos privilegiados. Ver esas miradas de pánico en unos casos, de esperanza en otros, hace que se revuelvan sentimientos muy profundos.

Personas capaces de andar miles de kilómetros por caminos desérticos o helados, de cruzar grandes distancias en embarcaciones precarias o simplemente a nado, de jugarse la vida subidos a vallas plagadas de cuchillas, no lo hacen por diversión, simplemente van hacia la Vida, una vida que nunca imaginaron que les iba a ser negada en países “cultural y económicamente” avanzados.

Miradas perdidas, miradas de coraje, de ilusión, de fuerza, miradas humanas que en tantas ocasiones se pierden en la locura de una vida olvidada y se recuperan ante un vaso de agua o un plato con algo de comida, con una caricia o una mirada amable.

Papeles mojados, dice la canción de Chambao que podrían cambiarse por una bienvenida amable y acciones contundentes encaminadas a restaurar una vida digna en sus lugares de origen, dando la opción de crear unas raíces aquí o allá, en este sitio llamado planeta tierra.

¿Vida o muerte? ¿acogida o rechazo? Un vídeo para la reflexión.

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