Serenidad y paz interior
Por Jordi Vilá
El relato que os expongo a continuación no es una invención, es la realidad vivida o, mejor dicho, disfrutada de un día cualquiera, en un lugar que no es cualquiera y con dos personas que permitieron que mis sensaciones fueran de una total serenidad.
Llegamos a un enclave junto a una estación de tren, justo allí habíamos quedado con Joan, la persona que iba a mostrarnos unas instalaciones en las que realizaríamos las jornadas de crecimiento personal en el mes de junio de 2015 con una comunidad de personas interesadas en su propio camino y el acompañamiento a otros.
Solo con ver la cara y oír la voz de Joan ya tuve la sensación de que estaba ante una persona buena, una persona que transmitía sencillez, Vida vivida, serenidad y paz interior, algo que quedó confirmado cuando nos dimos la mano y nos saludamos, fluyendo una energía en el ambiente capaz de impregnar el espacio por completo.
Joan nos iba mostrando su creación, su obra, en un entorno exuberante de naturaleza en el que cada árbol, cada piedra, cada sonido, formaba parte de un todo, hasta el punto que el tiempo parecía haberse detenido y transformado en No Tiempo. Allí no existía la posibilidad de tener prisa o estar estresado, simplemente era imposible.
Conforme avanzábamos, más se extendía esa sensación de plenitud, de ausencia de cualquier tipo de necesidad, todo era suficiente, todo estaba bien y nada en absoluto era accesorio.
Bien pocas veces he tenido esa sensación, esa sensación de estar armonizado con la naturaleza, con el universo, sintiéndome parte de un todo, algo que vi expresado en la película El fin es mi principio, la historia de la despedida de un hombre, Tiziano Terzani de su hijo, cuando siente llegar su fin formando parte de ese ente global.
Intuyo que las jornadas serán un regalo para los sentidos, aunque eso forma parte del futuro. Lo que sí me he llevado hoy ha sido este regalo, este baño de sensaciones que me han permitido estar un poco más cerca de mi.