Mundo de acogida

Ayer por la tarde asistía al concierto solidario por los refugiados, organizado por las escuelas de Jesuites educació, en el CCIB de Barcelona, tan solo unos minutos después de la manifestación en el mismo sentido que se desarrolló por las calles de Barcelona.

Singfonics, los niños de los colegios de la Compañía de Jesús y un buen número de profesores de música, técnicos de sonido y personal de soporte, dieron la luz a un canto a la vida, un canto a la solidaridad que, hasta el momento, parece olvidar la clase dirigente de los países europeos.

Afirmar que me emocionaron las letras de las canciones, especialmente el estreno mundial de la canción Refugis, con una letra de Albert Balasch y una música de Josep Barcons, capaz de remover conciencias y erizar el vello, es decir poco. Muchas miradas mostraban ojos vidriosos e intenciones decididas.

Este país nuestro, cuyas gentes fueron acogidas en el peor de sus momentos por países del entorno o de Latinoamérica, parece olvidar su historia, una historia de emigración y sufrimiento que hoy, desgraciadamente, asola a otros seres humanos.

Sí, Seres Humanos, aunque haya quien prefiera ignorar el término, quizás pensando en una supremacía por quien sabe qué motivos. Sentirse superiores no hará que lo sean, bien al contrario, provocará que su caída sea aún más profunda en las simas de la incapacidad moral.

Personas huyendo de la muerte, de las guerras y las hambrunas, de la tiranía de unos pocos, personas buscando la solidaridad de la acogida, con miradas tristes, miradas de necesidad, miradas de socorro, que solo encuentran fronteras, miedo y egoísmo.

Un día el mundo será mejor, un día las personas amarán a las personas, con independencia de su origen, color o procedencia, un día los seres humanos nos daremos cuenta del maravilloso concepto de amor, y ese día será cuando el interior de cada uno se ilumine.

Hoy hay ya un sin número de voces que se levantan a favor de la acogida, ya solo falta que el miedo desaparezca de las clases políticas, que sean capaces de mirar, no ya solo con una perspectiva de las próximas elecciones, sino también con la perspectiva de una vida, y no precisamente la propia.

Gracias a todas las personas que hicieron posible que un tsunami interior se originara ayer en mí.