He estado en mil aventuras

Una vieja biblioteca.

De niño Enid Blyton fue mi inspiradora, mi agencia de viajes, la mujer que fue capaz de llevarme a los más maravillosos viajes, a vivir mil y una aventuras, y lo hizo con “Los cinco”, o con los “7 secretos”, eso me transportaba a lugares impensables.

Antes lo habían hecho maestros como Vazquez, Ibañez o Escobar, con creaciones como Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón, Rompetechos y tantos otros que aparecían en mis publicaciones de niño, tebeos semanales que me ayudaban a enamorarme de la lectura a través del Tío Vivo, Din Dan, DDT o Pulgarcito.

Sin estos últimos, no habría llegado Enid Blyton y, sin esta, dudo que me enamoraran las obras de Ken Follet, Ildefonso Falcones, Josep Mª Gironella, Mercedes Salisachs o Isabel Allende.

Me hubiera perdido los desvaríos de Gurb (Eduardo Mendoza), o la descarnada historia de “Pregúntale a Alicia”, narrando los horrores del infierno de las drogas, o quizás no hubiera caído en mis manos el Mundo de Sofía (Jostein Gaarder) que me enseñó a amar la filosofía.

¿A qué viene la reflexión?, simplemente a que el pasado martes 6 de febrero, este artículo de Víctor-M Amela en La Vanguardia me hizo pensar en la riqueza de la lectura y como me ayuda a crecer cada día.

Está muy bien la televisión, o los medios informáticos, los juguetes o el correr por una playa, pero esos libros me permitieron viajar en un instante, perderme por bosques y selvas, por pueblos y ciudades, conocer a gentes de todas las razas, culturas y condiciones, y me dieron alas para dejarme volar.

La lectura me transporta, me conecta y me evade a la vez, me muestra historias que fueron e historias que nunca serán, me permite jugar conmigo mismo y me inspira en futuras creaciones.

Permitir que esos niños a los que ayudamos a crecer disfruten de este placer les permitirá tener unos criterios, conocimientos y valores que les permitirán huir del adoctrinamiento y les permitirán soñar un sueño que sea su propia vida.

Mis hijos crecieron con J.K. Rowling y Harry Potter, también con Tolkien y el señor de los anillos…y con tantos otros a los que agradezco su compañía en esta labor de padre, juntos les enseñamos a volar, y volaron, y así se convirtieron en los hombres y mujeres que son hoy en día.

Gracias a todos esos alfareros y alfareras que sois los maestros y maestras que enseñáis a amar los libros a los chiquitines.

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