Espacios y equipos

Figura basada en el trabajo realizado por Tomás López y Jordi Vilá

Los equipos pueden nacer solos pero, lo que está claro, es que no se desarrollan solos o, mejor dicho, necesitan de condiciones que propicien su crecimiento, aspectos tan simples como espacio y tiempo, dos parámetros por todos conocidos y por muchos ignorados.

Obviamente, no son los únicos, aunque es muy posible que sean los más importantes y a los que, posiblemente, menos recursos se destinen enfrascados como estamos, en la cultura del hacer, hacer, hacer y del corto plazo, sumergidos en reuniones interminables cuyos objetivos no están del todo claros ni para aquel que las convoca.

Los colectivos no serán un equipo por el simple hecho de titularlos como tales y marcarles un objetivo, no son entes silvestres que nacen aquí y allá, son sistemas que, además, necesitan de una poderosa interacción entre sus miembros.

Determinadas organizaciones organizan jornadas maratonianas para definir una ristra de valores cuya utilidad es tendente a cero, salvo quizás en el caso de las personas que participan en su diseño, cuando los valores deberían ser la brújula que guía el rumbo de cualquier tipo de colectivo.

¿Qué necesitan entonces los equipos inmersos en nuestra organización?, definirse como tales y, aparte de tener un objetivo definido por la propia estructura global, bajar a su razón de ser, a aquello para lo cual existen y han sido creados, aunque sea con una corta temporalidad.

Precisan también de una visión ilusionante y retadora, capaz de movilizar las conciencias más dormidas y las motivaciones más dispersas en un plazo de tiempo concreto.

Para acabar, necesitan también de unos valores que sean realmente la brújula de sus decisiones, que les permitan honrar su razón de ser y alcanzar ese reto puesto por ellos mismos, no una ristra de palabras sin sentido, por lo que también convendrá definir los comportamientos inherentes a ellos.

¿Os suena?, sí, efectivamente, estoy hablando de la Misión, Visión y Valores de un equipo, algo que debe ser calibrado con una cierta periodicidad y es que, como dice el dicho, el roce hace el cariño y, en nuestro caso, el roce propicia el entendimiento, la unión y también la desviación respecto a aspectos más cualitativos que cuantitativos.

Esta reflexión estratégica, no es tan solo de las organizaciones, es también el elemento nutritivo de los distintos sistemas que las contienen y que, de no cuidarlo, morirá de inanición; el equipo también necesita de reflexión y foco y, para ello, nada mejor que dotarle del espacio y tiempo necesario.

¿Para cuándo la reflexión estratégica en los equipos?

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