Capa de ozono emocional

Foto: Jordi Vilá

La vida no es de color de rosa, suele tener altos y bajos, todo depende de la forma en que interpretemos el suceso, ya que de todo se puede salir fortalecido, como nos dicen Forés y Grané (2008, pag. 25) “la resiliencia es la capacidad de un grupo o persona de afrontar, sobreponerse a las adversidades y resurgir fortalecido o transformado”

¿Por qué cuento esto teniendo el artículo el título que tiene?, muy sencillo, la Vida nos va poniendo distintos elementos delante, elementos que nos pueden impulsar o nos pueden hundir, o quizás ambas cosas en distintos momentos y, la red relacional, es aquel apoyo con el cual cubrimos nuestra estabilidad emocional, algo así como la capa de ozono emocional.

La misma semana que escribo estas líneas he tenido la fortuna (propiciada por la causalidad), de charlar con colegas y clientes que han devenido mucho más que eso, puesto que se han convertido en compañeros de camino, compañeros con los que compartimos ilusiones, miedos, inquietudes y anhelos, sin temor alguno a ser juzgados.

Demasiadas veces en mi vida mis prioridades se enfocaron hacia el corto plazo, y eso hizo que me perdiera demasiadas cosas que eran realmente lo importante pero que quedaban tras la bruma de la inmediatez.

Eso es el pasado y, como os decía, en esta última semana he tenido la suerte de comer con algunos amigos, cenar con mis hijos con animadas charlas, algunas de ellas de buena trascendencia y tener conversaciones telefónicas con otros que me reconfortaron, algo así como un reconstituyente emocional que me ayuda a conservar la serenidad, aunque fuera haya tormenta o un sol cegador.

Quiero seguir cuidando los detalles, esos detalles como un abrazo, un beso o un simple mensaje sin motivo, por el simple hecho de apetecerme comunicar con esa persona.

He conseguido aprender que quiero cuidar las relaciones, que esa es mi verdadera capa de ozono y que, en este caso, soy yo el único que puede protegerla, mimándola, cuidándola, dándole buenas dosis de cariño e interés desinteresado.

Una mirada, una buena charla, el interés por expresar, por escuchar y ser escuchado, en definitiva, por ser querido, esa es la barrera que impide que, por duras que sean las circunstancias, el desánimo me venza, aunque bien es cierto que vendrá a visitarme.

¿Cuido lo suficiente mis relaciones?