Y van 7

Subido a una mesa.

Hace unos días comentaba un cuento con un cliente, aquél en el que el sabio le decía a su rey “todo pasará”, y me daba cuenta de que justo era el 2 de diciembre, un día emblemático para mí, el día en que pensé que todo se desmoronaba cuando, la realidad, es que empezaba una nueva construcción.

Ese día firmaba en magistratura mi salida de la empresa de la que era socio, salía, como aquel que dice, con una mano delante y otra detrás, desencantado del que había sido mi proyecto vital, aquél al que había entregado lo mejor y que tantas satisfacciones me había dado.

No solo eso, sino que, además, había conocido personas maravillosas, como eficientes y eficaces profesionales también, lo cual permitía un maridaje esencial: buena gente y buenos profesionales.

Ese día se había ido gestando seis meses antes, hasta llegar a la solución definitiva y, como apuntaba, era como si todo mi mundo hasta entonces se desmoronara, tal era la sensación que me quedaba, no era capaz de ver los ventanucos que aquí y allá se iban abriendo ante mí, de algún modo, aún no estaba preparado para verlos.

Hoy, con la perspectiva del tiempo, lo veo como lo mejor que me podía haber pasado, inicié actividades hasta entonces desconocidas como la docencia en centros universitarios y escuelas de negocios, forjé nuevas alianzas, exploré y exploté mis recursos y experiencia y, poco a poco, empezó a disiparse la niebla.

La noche más negra fue el más increíble de los amaneceres aunque, para ello, debería transitar mi proceso de duelo por aquello que había perdido, dándome cuenta de que mi principal problema había sido vivir ajeno a mis valores y apegado a conceptos caducos, algo que se reflejó en mi primer libro “El éxito eres tú”.

Como principales aprendizajes me quedo con dos, el primero de ellos el reflejado en las primeras líneas de este post: “todo pasará”, lo bueno y lo malo, así que mejor disfrutar el momento sin apegos.

El segundo, en el orden que se quiera, aquello que hoy me parece una tragedia, puede ser lo mejor que me haya pasado en la vida, y seguramente deberé esperar a que mi propio maestro de vida me lo muestre.

¿Quién será ese maestro de Vida?

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