Y entonces me rompí

La presión era fuerte, muy fuerte, llegaba a tal punto que la somatizaba, llegando a sufrir contracturas severas provocadas por el estrés, el llanto se convirtió en un compañero inseparable, eso sí, siempre que no hubiera nadie delante, podría culpar de ello al entorno, a mis jefes, a los problemas, … y todo ello sería tirar pelotas fuera.

El principal causante de aquel desaguisado era yo mismo, yo que permití que aquello pasara, que desoí los gritos de mi cuerpo, que me negué el permiso de pedir ayuda y dejé que las circunstancias me desbordaran, debía ser fuerte y resistir, hasta que ya no fue posible.

Recuerdo, poco más o menos la fecha, junio de 2009, de eso estoy seguro, la primera conversación con mi entorno profesional más cercano, mi jefe y socio, en septiembre la decisión estaba tomada y transité por oscuros caminos de negociación hasta diciembre del mismo año.

Ese 2 de diciembre la sensación fue la de soltar pesadas cadenas que me estaban matando, y no en sentido figurado, si no en la más cruda de las realidades. Ese día volví a nacer, me permití mostrarme vulnerable, pedir ayuda y empezar a poner remedio a un sin sentido que ya duraba demasiado tiempo.

El problema es que había comprado un modelo de éxito que no contemplaba la vulnerabilidad, solo contemplaba la fuerza y la asunción de objetivos fuera al precio que fuera, el fin justificaba los medios.

A partir de ese 2 de diciembre, trabajé en mi modelo de éxito y con el tiempo pude ver que era notablemente distinto y, desde entonces, puedo decir que se acabó el ambiente tóxico y, sobre todo el ambiente tóxico que partía de mi mismo, se acabaron las tonterías.

Dyson (1991) en su discurso de despedida como CEO de Coca Cola, alude precisamente al equilibrio que debe existir entre trabajo, salud, familia, amigos y espiritualidad, haciendo hincapié en la necesidad de cuidar de uno mismo y de estos elementos.

Yo lo había roto e iniciaba un proceso de reconstrucción de mi sistema que no sería ni rápido ni sencillo, pero que me llevaría a un estado de satisfacción personal que hubiera sido imposible de otro modo, si no me hubiera roto todo esto no hubiera sido posible, así que gracias por ese quiebre.

¿Acabar de romperse o tomar medidas? Otro tipo de vida profesional es posible.

Publicado el

  • Coaching Ejecutivo
  • Emociones
  • Empresa
  • Límites
  • Sociedad
  • Transformación
  • Vida
  • Zona de confort

Compartir en Facebook, LinkedIn, Twitter.