Una nueva vuelta de tuerca a la humildad
Por Jordi Vilá
Muchas han sido las veces que me he arrancado a plasmar unas letras en torno a la insana y pérfida soberbia y a su maravillosa hermana la humildad, porque no pueden existir la una sin la otra, sería una cara sin la cruz, un ying sin yang, una Isabel sin su Fernando, una luz sin sombra y eso, no veo que sea posible.
Me he sorprendido con la mente perdida en pensamientos que no me aportaban más que pocas dosis de humildad y sí muchas de soberbia, soberbia corrosiva y ácida, capaz de matar, o al menos de adormecer, a lo mejor que hay en mi. Cuando me pongo por delante de todo y de todos, cuando creo que tan solo en mi está la Razón y la Verdad, cuando mi sombra alargada es mucho mayor que mi esencia, entonces es que algo en mi interior se está rompiendo, se está diluyendo, está desapareciendo.
Y es que con semejantes actitudes, es imposible que pueda llegar a contemplar lo bueno que hay en otros, las perlas de conocimiento que hay tras tu sonrisa, o agazapada detrás de sus palabras sencillas, huyendo de barroquismos trasnochados o de discursos sin contenido.
Cuando te sientas a escuchar a tu hijo, a tu pareja, a tu amigo, a tu colaborador, a tu colega, a tu jefe, te das cuenta de la enorme cantidad de aprendizaje que hay en sus palabras, si y solo sí, eres (soy) capaz de acallar esas voces que te dicen que esto y aquello, ya lo sabía, lo había hecho, se me había ocurrido, lo había dicho, …. Y tantas y tantas expresiones por el estilo.
Te propongo que nuevamente nos sentemos con la mentalidad del aprendiz, sin prejuicios, sin etiquetas, sin razones, virgen de juicio, anhelante de tu verdad para que juntos podamos construir la nuestra; ¿empezamos hoy?, ¿empezamos ahora?