Si no te interesa no preguntes
Por Jordi Vilá
Hace algunos años tuve un jefe de los de (literalmente), por mis cojones, como uno de los mayores exponentes de sus razonamientos. El tiempo fue pasando y, poco a poco, como un lento goteo, todas las personas, directivos, técnicos e incluso administrativos, fueron desfilando por la puerta, los más por voluntad propia y algunos por contrariar la voz del amo pero, en cualquier caso, la organización se vació de talento de mercado, quedando apenas una muestra de lo que en su día fue.
No hace muchos días, leía la declaración de concurso de acreedores, algo que no nos debería extrañar en estos tiempos pero que, la verdad, me hizo reflexionar y es que, cuando uno comparte un proyecto vital, las cosas se pueden torcer pero se mantiene el mito del inicio, el orgullo de pertenencia y la lucha. Algo pasó ahí que lo impidió y me llegó un recuerdo que, aunque lejano, está grabado en mi memoria.
Un buen día, el personaje en cuestión, me llamó. Es igual el lugar en el organigrama que ocupáramos uno y otro ya que, la reflexión que quiero hacer, no conoce de estatus y sí, por el contrario, de autenticidad y emoción.
El día en que se produjo esa llamada, había sido muy complicado, lleno de problemas que iba resolviendo con mayor o menor fortuna, aunque debo reconocer que uno de ellos con la filosofía de trabajo, me impactó especialmente. Justo en ese momento llamó él preguntándome ¿Cómo estás?, y ahí es donde cometí el error de exponerle mi estado emocional, mis problemas, mis sensaciones y, en una palabra, mi sentir, explayándome durante cerca de una hora.
La verdad es que me sentí bien al poder desahogarme, pero cual sería mi sorpresa cuando, al cabo de un mes, poco más o menos, me recriminaba que le hubiera hecho perder una hora de su precioso tiempo con aspectos que no le importaban lo más mínimo.
Aquí es donde está el aprendizaje: nunca debo hacer una pregunta a un colaborador si la respuesta que me vaya a dar no me interesa, debo desterrar el ser políticamente correcto y ser yo mismo, preguntar como está alguien implica preocuparte por él, por su estado, de forma honesta y sincera, de lo contrario, mejor no hacerlo.
Pasó muy poco tiempo hasta mi salida ya que esos comportamientos se contraponían directamente con mis valores. Hoy no pregunto a nadie como está si no me interesa realmente su estado, disfruto con lo que hago y mi nivel de estrés se ha reducido notablemente.
¿Qué cambios se producirían en las organizaciones si la pregunta “cómo estás” o similar, saliera realmente desde el interés y no desde la cortesía?