Seducción v.s. atracción

Según el diccionario de la RAE, encontramos las siguientes definiciones:

  • Convencer: Incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a mudar de dictamen o de comportamiento. 1ª acepción
  • Seducir: Embargar o cautivar el ánimo. 3ª acepción

En muchas ocasiones oímos la necesidad de convencer y me gustaría trabajar, especialmente en aquellas relaciones más próximas, con la hipótesis de la seducción, algo que argumento en las siguientes líneas, fruto de la experiencia del trabajo con personas y equipos, en estos últimos 25 años.

Cuando convencemos, utilizamos nuestra parte racional, los argumentos sólidos y consistentes de algo, incluso con vehemencia, fruto de la creencia que albergamos en nuestro interior.

Cuando seducimos, la propia definición de la palabra en su tercera acepción, nos dice que cautivamos el ánimo, es decir, damos un paso más allá de lo racional y entramos en un tipo de argumentos en los que se mezcla la racionalidad con la emocionalidad. No significa que no utilicemos argumentos racionales, ya que estos tienen un peso importante, pero utilizamos también otro tipo de argumentación, quizás más corporal o comportamental que verbal.

Analizo los comportamientos de líderes aceptados como Gandhi, Jesucristo, Vicente Ferrer, Valero Rivera, Pep Guardiola o los de líderes cotidianos que se han ido forjando en su día a día y de los que todos conocemos unos cuantos, y encuentro una habilidad común: la capacidad de seducción, incluso en líderes que han sido auténticos tormentos para la humanidad, especialmente en sus inicios.

Este tipo de líderes, indudablemente emplean la racionalidad en su liderazgo pero, de algún modo, la trascienden con su coherencia, con su emocionalidad, con su amor por aquello que transmiten, por su vivencia plena, por… surgir de su esencia.

Me viene a la cabeza la célebre frase en gestión de empresa: “Atracción y retención del talento” y pienso que yo no quiero retener a nadie, ni convencerlo, bien al contrario, quiero seducirlo, quiero impactar en él de forma que su ánimo quede cautivado, de forma que aquello que haga, no sea solo por convencimiento si no que incorpore la pasión.

Puede parecer un matiz, pero es un matiz de tal enjundia que constituye la diferencia entre un Equipo y un Equipo de alto rendimiento.

Hace algún tiempo alguien muy cercano me comentaba el Equipo que había formado junto a otras 5 personas y lo recordaba con un sentimiento muy profundo, algo que ya no ha vuelto a sentir, y es que ahí había pasión por la labor realizada, orientación por el objetivo global y amor por su profesión.

Que duda cabe, el convencimiento es necesario, pero la diferencia está en la seducción, o al menos esa es mi hipótesis.

¿Sigues convenciendo o te unes al club de los seductores?

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