Sacrificio frente a hedonismo
Por Jordi Vilá
Ya son demasiadas las ocasiones en que renunciamos a nuestro objetivo porque, en el camino, aparecen obstáculos que pudieran parecer incluso insalvables, pero no son más que pruebas para contrastar que realmente estamos comprometidos con aquello que queremos conseguir, sea lo que sea.
Parece que sea el hedonismo el que campe por sus fueros en esta sociedad nuestra, o al menos en buena parte de ella, olvidando que el sacrificio es una parte importante de nuestras vidas y que no hay un bien sin un mal, ni la simpleza sin la complejidad, como no hay ying sin yang.
La adversidad nos pone a prueba, incluso juega con nosotros y parece jactarse de ello, enviándonos una enfermedad, un revés financiero o la pérdida del trabajo, pero parecemos ignorar lo positivo que puede haber, por impensable que parezca entonces, en una situación de este tipo.
Para los iniciados, podríamos hablar de resiliencia, para el resto de mortales, que somos la mayoría, hablemos de superar el traspiés saliendo fortalecidos del embate, aunque en ese momento salgamos llenos de arañazos de la batalla, incluso con alguna amputación física o emocional.
He conocido por lo menos dos personas cuyas muertes fueron auténticas lecciones de vida, ambas muy queridas y admiradas, precisamente por la lección que nos quisieron dejar. Tomaron ese reto que les enviaba el universo como una posibilidad cierta de crecimiento y a fe mía que crecieron y nos ayudaron a crecer, aunque en ello les fue la vida.
Otras personas, también muy queridas, han pasado por circunstancias similares o lo están haciendo, siendo también lecciones de vida por su coraje y valentía, por sus ganas de vivir y su tenacidad ante la enfermedad.
¿Imaginamos cómo sería la vida en una perpetua fiesta y bienestar?, seríamos incapaces de valorarlo porque no conoceríamos la otra cara de la moneda, seríamos como el gusano al que ayudan a romper el capullo impidiendo que, de ese modo, nazca la majestuosidad de la crisálida ya que se impide el fortalecimiento de su esencia.
Hoy el destino nos ha puesto ante un contratiempo, ante algo inesperado. Podemos hacer dos cosas, enfrentarnos a ello con la resolución de quien se sabe luchador, o renunciar a la posibilidad de la victoria de quien se sabe pusilánime. Llorar el tiempo necesario, diseñar un plan de acción y acometerlo será el principio para llevar nuestro barco a buen puerto, sin olvidar que no hay victoria sin sacrificio.
¿Qué hubiera sido de Sudáfrica, qué habría sido del mundo si este hombre, Nelson Mandela, se hubiera dado por vencido, si no hubiera luchado y se hubiera sacrificado?
¿Seguimos lamentándonos o nos enfrentamos con ánimo renovado?