Resurgir

Duendes y hadasComo aprendices de Brujo, cual gnomos de mitología cántabra, Trastolillos danzando al son de las Anjanas buscan la esencia de un ser, de una humanidad que un día fue y que, sin duda, volverá a ser.

Momento de zozobra, momento también de reinvención, de quiebre al no ser, de rebelión a la sinrazón, momento de crecimiento y momento de muerte de unos contravalores que jamás debieron ser y que un hedonismo sin medida, hizo aparecer.

Danzan los Trastolillos, mecidos por una música de Vida, diversión y travesura, buscan pasión y encuentran luz, fuego y transformación. Naturaleza que crea y naturaleza que destruye, desafiando agoreros que tan solo veían destrucción donde había una semilla de esperanza y crecimiento.

Y he ahí la necesidad de la oscuridad para que, aunque tenue, resurja la luz, tal como es necesario lavar la herida para encontrar la piel nueva, sana, fuerte y dispuesta a que todos podamos volver a caminar con coherencia, con humildad y, especialmente, con ilusión, una ilusión de reencuentro de valores.

Veo la fuerza del encuentro con uno mismo, sin guirnaldas ni adornos carnavalescos, enfrentándose con sus miserias y sus riquezas, sus zonas claras y oscuras, dejando los retales de sedas de viscosa colgados en la entrada de su yo, para entrar y explorar, y redescubrir, y renacer.

Y veo salir, con fuerza renovada, con la sencillez de quien sabe que es y será y que, lo que fue, fue con falsos cimientos y débiles raíces, condenado a su propio fin. Ese traspiés, en su día retroceso, se torna fuente de inspiración; siempre hay un camino que tomar, a veces oculto por nosotros mismos o nuestros miedos, quizás serpenteante y escarpado, quizás estrecho, pero camino al fin.

¿Transitamos el camino?

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