Planes y más planes

Foto: Jordi Vilá

Martes 22 de diciembre por la tarde en Barcelona, voy revisando mis planes navideños, afortunadamente mi agenda está despejada, puse mi empeño en poder dedicar estos días al descanso y a disfrutar de la familia, en la medida de lo posible dadas las circunstancias.

Miércoles 23, hacia las 6:45 horas, llega sin avisar un visitante incómodo en forma de náuseas, opresión en el pecho y fuerte dolor en el brazo izquierdo, un infarto está empezando, la suerte hace que ese día mi esposa esté de vacaciones y de ángel de la guarda a partes iguales.

Parece que mis planes van a sufrir algunos cambios, la llamada de mi esposa a Urgencias hace que en menos de 5 minutos el equipo liderado por la Dra. Victoria Torres, el enfermero Manel Bonay  y el piloto Oscar Guiamet, entra en casa y me vuelvan del derecho y del revés con una profesionalidad y un cariño que les permitió que salvara la situación. Me trasladaron al Hospital del Mar y allí el Equipo de Urgencias me operó en primera instancia.

La verdad es que hasta ahí no hubo lugar para el miedo y sí para el agradecimiento por estar vivo y por el equipo médico que me atendió, desde la Operadora y la Médico del 061, hasta todo el personal sanitario. Todo esto era lo que pensaba en la sala de reanimación quirúrgica del Hospital.

De nuevo un traslado, esta vez de la mano de la enfermera Silvia Serna y el piloto Jordi Tomás, por cierto, creo que el destino puso en mi camino a unas personas que, además de hacer su trabajo, se dedicaron a poner grandes dosis de humanidad, amor y humor.

A la llegada a la UCI coronaria del Hospital Clínic de nuevo me sorprendió, no ya la profesionalidad que daba por supuesta, si no el cariño de todo el personal, presentándose por su nombre y atento a mis necesidades.

Al día siguiente, vino un nuevo cateterismo, nuevo desembozado de cañerías y colocación de más stens, ¡y ya iban 5!, esa operación se realizaba el día de Noche Buena, la verdad es que tenía otros planes para ese día y para el día de Navidad, pero pensé que más me valía cambiarlos si quería ver el fin de año, fuera donde fuera.

Ahí sí apareció ya el miedo, miedo por lo que podía haber pasado, y agradecimiento de nuevo por estar vivo. Es muy simple, estaba vivo porque todas las personas que se cruzaron en mi camino tuvieron la entereza, amor y profesionalidad como para que ahora pueda estar escribiendo estas líneas, a todas ellas gracias.

Y gracias a mis hijos por todo el soporte, por estar al pie del cañón, dando palabras de aliento y dando cariño a espuertas, y por arropar a mi esposa en esta parte dura del camino.

Papá Noel y el Tió se pusieron de acuerdo para traerme este regalo de Navidad: una nueva Vida.

¿Por qué os cuento esto?, ha sido una bofetada de realidad, que la Vida es efímera, que nadie avisa del día de partida y que imaginar control sobre algo no es más que una ilusión.

¿Seguimos haciendo de esta la mejor Vida de nuestra Vida?

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