Pétalo o vocal, la fuerza de la cultura

Rosa y libroEl pasado martes era 23 de abril, una fecha muy señalada en Cataluña, día del amor, en toda su extensión y de la cultura, de la mano del libro, con lo que tenemos una maravillosa combinación de rosa y libro, de amor y cultura, dos elementos que, por sí solos, podrían hacer florecer una civilización.

Quizás por eso sentí envidia, envidia a secas, que no entiendo de envidia sana ni insana. Y esa envidia lo era, no de un autor, de un libro o de un florista, no, lo era de algo mucho más sencillo, lo era de la parte más simple de la literatura, de una coma, una tilde o una vocal, y lo siento por las consonantes, pero siempre me han resultado más simpáticas sus primas hermanas, como lo era de la parte más simple de la botánica: del pétalo de una rosa, o tal vez de una de sus espinas que nos recuerdan que en toda belleza hay obstáculos a sortear.

Ese sentimiento aparecía por formar parte de algo capaz de movilizar a un pueblo, a una cultura, formando parte de su esencia, de su ADN, uniendo seres que, ignorantes de esos lazos de unión, se echaban a la calle para compartir lo que esa cultura les ofrecía: amor y conocimiento, cariño y diversión, aprecio y aventuras.

Por un lado esa letra, bailarina en la mar del texto, jugando con sus significados, danzando entre normas, fiel a ellas en unos casos, huidiza en otros y francamente rebelde en algunos más, defendiendo su derecho a seguir la voluntad de su creador, del autor que le dio vida y la hizo ella, con un significado que creó la complicidad entre ambos, quizás necesidad o tal vez querencia y que llegó a dar conocimiento, a permitir un sueño o el mejor de los viajes en nuestro interior.

Por otro lado, ese pétalo, identidad de la rosa, unos amarillos, otros blancos y, quizás los más, rojos, esos pétalos sin los que no sería posible la globalidad de la belleza de la flor, transmitiendo ese amor ya añejo o juvenil, ese aprecio entre compañeros o esa fortaleza de una amistad por encima de cualquier dificultad. El pétalo no sabe de soberbia, no sabe de individualismo porque él es la flor, como la flor es él, sin sentido el uno sin el otro, el otro sin el uno.

Y esa envidia, me permitió tomar consciencia de la importancia del elemento más simple, apreciando hasta el más pequeño detalle.

¿Apreciamos ese pétalo o esa vocal de nuestra vida?

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