Mi medalla olímpica

Hoy hay un receso en los JJ.OO Londres 2012 que reactivarán los paralímpicos en muy breve plazo, volviendo a ver las muestras del mayor esfuerzo y reto de que es capaz el ser humano, en lo que a actividad física se refiere y he sentido la necesidad de escribir unas líneas para todos aquellos deportistas y para todas aquellas personas que, sin haber conseguido su medalla, fueron capaces de vencerse a sí mismas.

Leía hace unos días la reflexión de un periodista sobre una gimnasta que, haciendo una actuación sobresaliente, tuvo una mala salida al no poder clavar la posición final, lo cual equivalió a quedar fuera de las posiciones de honor. El entrenador apenas la miró y tan solo le dio un golpecito en la espalda, ni una mirada, ni un abrazo, ni una palabra de ánimo. Su compañera, clavó el ejercicio y ese mismo entrenador la abrazó, la mimó y estuvo con ella. Al cabo de un rato, la vencida estaba sola en un rincón, sin nadie que la apoyara.

Esta chica, como tantos otros deportistas, como tantas otras personas, se venció a sí misma, sin duda alguna, al estar horas y horas entrenando, superándose a sí misma, esforzándose por ser cada día un poco mejor que el día anterior, probando ahora una cosa y después otra, errando y aprendiendo de ese error. No tuvo el premio final que perseguía pero, sin duda alguna, tuvo su propio premio final, el de descubrir quien es ella misma, cuál es su siguiente meta a batir.

Pregunta el cuento sufí ¿qué es bueno y qué es malo? Y ahí está el gran aprendizaje, no sabemos que nos deparará el futuro, pero sabemos que en esos instantes de plenitud en que estamos dando lo mejor de nosotros mismos, nuestra mente, nuestra esencia, nuestro ser, fluye en sí mismo y nos transforma. Es como ese chiquitín que se cae una y otra vez y se levanta otras tantas, hasta que consigue quedar erguido y caminar.

Ahora vendrán los paralímpicos, personas con unos grados de superación que jamás habrían pensado en otras circunstancias. Muchos de ellos seguramente dieron gracias por volver a caminar, o a hablar, o tal vez a recordar, o quizás su propia Vida lo sea ahora con mayúsculas dejando de ser el sucedáneo que hasta entonces fue.

Todos tenemos nuestros particulares juegos olímpicos, nuestros retos diarios y está en nuestras manos aceptarlos o dejarnos llevar, sin olvidar que dejarnos llevar es ya una decisión en sí misma, tan lícita como la otra, siempre que sea una decisión consciente.

Esa Gimnasta tuvo su premio en su Ser, ¿cuál es tu premio hoy?

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