Las consecuencias de mis actos
Por Jordi Vilá
Formamos parte de un todo, eso parece ser algo demostrado y palpable y, por ello, cualquier acción que realizamos, u omitimos, tiene un resultado directo sobre nuestro entorno, primero y sobre el mundo, después.
Es importante tomar consciencia de este concepto: la repercusión de nuestros actos, en nosotros mismos, en nuestro entorno (los otros) y en el mundo.
Hacer esa llamada, contratar a esa persona, decir esa palabra amable, asumir los compromisos contraídos o regalar esa sonrisa, como actos constructivos, construyen un clima emocionalmente positivo y de crecimiento.
Del mismo modo, eludir nuestra responsabilidad, golpear con una mala palabra, no impedir una mala acción o realizarla, construye un ecosistema emocional de destrucción, impidiendo el crecimiento y la alegría.
Por poner un ejemplo en cada uno de los casos, el que le diga una palabra amable al quiosquero puede alegrar su día, un día que era aciago y que contribuyo a endulzar. Este a su vez, llegará a su casa y posiblemente fruto de ese estado de mayor serenidad, lo contagiará a las personas con las que vive, algo que funcionará con un efecto dominó, con todo lo que ello conlleva.
La cara opuesta de la misma moneda con un hecho en boga en nuestros días. No cumplo mi promesa de ir a ver el partido de mi hijo, algo que empieza a ser costumbre, lo cual provoca en él tristeza y falta de confianza hasta que, con el tiempo, ninguna de mis promesas o compromisos las tiene en cuenta, simplemente se siente abandonado y plato de segunda mesa.
¿Lo vemos?, tomemos consciencia de las repercusiones de nuestros actos, solo así podremos calibrar en la justa medida el impacto que tenemos sobre nosotros mismos, los otros y el mundo.
Puede parecer una obviedad, aunque no por obvio es menos cierto que cualquier acción u omisión, tiene una repercusión que nos transciende.
¿Qué haré hoy conscientemente para contribuir a hacer de este un mundo/sociedad/organización mejor?