La Vida, una perspectiva

¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Buena suerte o mala suerte, quién dirá?, son estas épocas aciagas, preñadas de incertidumbre y desasosiego cuando, la mayoría de nosotros, estábamos habituados a la placidez en muchos de los casos o, cuando menos, a un orden establecido.

La sensación de que todo a nuestro alrededor se derrumba es generalizada, lo que hasta ahora era válido, ha dejado de serlo y eso nos aterra, pero no necesariamente tiene porque ser malo.

Una buena amiga me confesaba que una grave enfermedad le había ayudado a resituar el mapa de su vida, un hermano fallecido con 52 años de un cáncer fulminante, vivió los mejores años de su vida a partir del momento en que fue diagnosticado, aunque para ello tuvo que perder primero todo aquello a lo que se aferraba y que no era más que un espejismo material y emocional.

Nos lo dice el cuento sufí, ¿qué es bueno o qué es malo?, es imposible que lo sepamos, aunque en el momento, es cierto que el sufrimiento, el dolor y el miedo nos atenazan, pero la desgracia de hoy, puede ser la bendición del mañana y lo curioso es que, si analizamos bien nuestra vida, veremos que hoy somos la consecuencia de los caminos por los que hemos transitado y de las decisiones que hemos tomado, sin olvidar que cuando decidimos elegimos que tomamos, pero también que es aquello a lo que renunciamos.

Hay quien a estas reflexiones las cataloga de naif, posiblemente porque las circunstancias le abocan a ese estado de ánimo que le induce a situarse en una perspectiva negativista, con el riesgo de entrar en una espiral depresiva que de poco o de nada nos va a servir.

No hay tormenta tras la cual no salga el sol y, aquellos aspectos que ayer nos parecieron esenciales es posible que hoy los veamos, con la perspectiva del tiempo, como momentos necesarios pero sin la enjundia que en su día les otorgamos o, bien al contrario, mantengamos su importancia, pero pasemos de una valoración negativa a una completamente positiva, aunque no exenta de dolor.

El destino nos guarda muchas sorpresas que en su momento no entendemos, pero que con el tiempo llegaremos a contextualizar y a valorar en su justa medida.

Todos y cada uno de nosotros elegimos las gafas desde las cuales miramos nuestra realidad, podemos escoger la lamentación o podemos elegir el crecimiento y, desde estas líneas, te invito a la segunda de las opciones, ¿te animas a compartirla desde tus valores más íntimos?