In memóriam José Mª Rodriguez Porras
Por Jordi Vilá
Abro la Vanguardia del domingo 15 de diciembre de 20013 y me encuentro, en la página 49, con un artículo que me noquea momentáneamente: la muerte de mi querido profesor, José María Rodriguez Porras (1933-2013).
No he podido resistirme a escribir estas líneas, José María, por si en el lugar al que has ido, puedes llegar a leerlas.
Has sido un referente para un montón de personas que hemos pasado por las aulas del IESE que tu liderabas, con un estilo y una autoridad como no lo he visto nunca en mis algo más de cincuenta años de vida. Una sonrisa característica, una mirada pícara, un amor y una compasión que no es habitual encontrar en el mundo de la empresa.
Los enamorados de la gestión humana y eficiente de la empresa, bebíamos tus palabras, nunca dogmáticas siempre, a tu buen entender, no más que una opinión que nos invitabas a reflexionar. Argumentabas que la tuya no era más que una opinión, pero siempre era la que mejor aceptábamos.
Hiciste salir lo mejor de nosotros, José María, nos animaste a perseguir nuestros objetivos, a no cejar en el empeño, a no dogmatizar, a contemplar como posibles otras realidades, a utilizar la palabra “depende” para dar cabida a opciones que no eran contempladas.
Todos los enamorados de la gestión de personas hemos quedado huérfanos, los que tuvimos el privilegio de conocerte y aquellos que, sin haberlo tenido, tuvieron el placer de leer alguno de tus textos, siempre llevándote a un punto más allá de tu mirada inicial.
En algún lugar, sea este cual sea, una llama se ha encendido, la llama del conocimiento, del saber humilde, despojado de toda soberbia, el saber que da entrada a cualquiera que tenga sed de la sabiduría del que ha caminado antes el trecho que pretende mostrar.
Gracias José María, gracias por tu amistad, por tu bondad, por tu sonrisa, por tu bonhomía, por hacernos sentir personas y por regalarnos tu mirada y tu palabra que consiguieron aportarnos serenidad.
Allá donde estés, gracias.