In memoriam Jon Zárate
Por Jordi Vilá
Hoy se ha ido una de las personas más grandes que he conocido, grande en su humildad, grande en su generosidad, grande en su amistad y conocimiento. Jon Zárate ha muerto y, desde estas líneas, envío el más sincero de los abrazos a su familia.
Corría poco más o menos la primavera de 1998 cuando nos conocimos y en seguida conectamos. Pasarían cinco años hasta que empezáramos a trabajar juntos, pero siempre mantuvimos el contacto, un contacto de amigos, confidentes y colegas aunque, a fuer de ser sincero, no tenía demasiados amigos que llamaran el 31 de diciembre a eso del medio día para felicitar el año nuevo tras un baño en la playa de la Concha, con una temperatura que hacía tiritar al propio teléfono.
La verdad es que discrepábamos en algunas cosas, pero no en las esenciales, la importancia de la familia, de unos valores como la honestidad y el sacrificio, de la relatividad de las cosas, del amor por la diversidad, por la buena mesa, por compartir el conocimiento y la experiencia.
Siempre estaba dispuesto para la confidencia, para echar una mano, para estar junto a quién lo necesitaba, no importaba el día ni la hora, ni haber tenido algún desencuentro reciente o lejano, siempre estaba ahí ofreciéndote su escucha, comprensión y cariño.
Hoy, allá dónde vayamos al final del camino, están de suerte, como lo estuvimos los que lo tuvimos como jefe, compañero, amigo, colega o maestro. Aquí sentimos un gran vacío, el que dejan las personas a las que queremos cuando nos dejan físicamente, aunque siempre estará en nosotros.
En septiembre del año pasado un pequeño grupo tuvimos la suerte de compartir mantel y fogones con él y, como siempre, Gaztelubide se convirtió en nuestro pequeño teatro, el teatro en el que dejábamos los personajes fuera y nos centrábamos en ser quienes somos.
Gracias Jon, gracias por habernos permitido estar a tu lado y por estar al nuestro.