Hay esperanza
Por Jordi Vilá
Pues sí, ya que es un término tan al uso, también lo utilizaré: Estoy indignado, pero no estoy indignado solo con políticos, banqueros y dirigentes de distintas corrientes y raleas, estoy indignado conmigo mismo, contigo y con la especie humana en general.
Parece que se haya instalado en y entre nosotros el desánimo, la tristeza, el negativismo, la melancolía, la desesperanza, olvidando que hoy, esta mañana, salía el sol, como lo hará mañana, y el otro, y el otro, al menos mientras estemos vivos, y probablemente después, aunque de otro modo.
Sé que vuelvo a las andadas con esto, pero es que no hay derecho, no lo hay, a que cualquier comentario que oigamos sea en el mismo sentido.
¿Cuántos bebés nacieron ayer en tu ciudad siendo la alegría de sus padres?, ¿cuántas personas recibieron el alta de una grave enfermedad?, ¿cuántas personas oyeron aquello que esperaban?, ¿cuántos abrazos se dieron ayer en el mundo, cuántos besos?; déjame que suponga que en algunos casos unas decenas, en otros centenares y en otros miles de millones.
Nuestra vida está plagada de buenas noticias cotidianas, de pequeñas cosas y de grandes cosas, de aspectos que nos deberían alegrar la vida y a los que no prestamos la más mínima atención, más preocupados de que la economía está parada, de que este o aquel proyecto no acaba de arrancar que de lo que ocurre hoy, aquí y ahora, de ese pequeñajo que empieza a andar, o a hablar, o nos hace un garabato, o la jovencita que calza sus primeros tacones, o de los jóvenes que consiguen su primer empleo, o de ese grupo de personas que se ponen de acuerdo para iniciar algo juntos.
Si doy sonrisas, recogeré sonrisas, si propago optimismo, eso será lo que recoja. Si soy el primero en dar cariño, buen humor, comprensión, ideas, trabajo, no pasará mucho tiempo antes de que empiece a recoger, del mismo modo, si lo que siembro es desesperanza, oscuridad, hedor, ira, odio o incomprensión, eso y no otra cosa, será lo que recoja a no mucho más tardar.
Encendamos la luz de la esperanza y desterremos la negrura del abatimiento. Está en nuestras manos, ¡Basta ya de lamentos!.
¿Qué harás hoy para que salga el sol?