Grandiosa pequeñez

curiosidad

Foto: Google

Hace unos minutos iba paseando por la calle y, cerca de mi casa, en una placita cercana y muy acogedora, me he sentado en un banco para disfrutar de la vista que me ofrecía la cotidianeidad: una niña de unos dos años iba curioseando entre los bancos, se caía y se volvía a levantar para volverse a caer y vuelta a empezar.

Su madre, una chica joven de unos veintipocos años, la observaba desde una distancia prudencial, sin que la niña apenas la percibiera, sin agobiarla pero estando pendiente de lo que ocurría.

En esto he visto un aprendizaje interesante, y es que la niña se mostraba tremendamente curiosa con todo, con la papelera, con un escaparate, con los bancos, con un perro pequeñito que estaba con una señora mayor que sonreía ante la desfachatez de la criatura….absolutamente todo llamaba su atención, sin que hubiera el menor atisbo de miedo.

Esa niña estaba descubriendo el mundo y su madre le permitía hacerlo, con lo que no había miedos ni sobreprotección, aunque sí límites, ya que en un momento dado, cuando se acercaba peligrosamente a la calzada, la madre la ha apartado de la zona de peligro. Le ha permitido caerse un sinnúmero de veces mientras la niña caía y se giraba para mirar a su madre, para ver si estaba ahí, dándole confianza.

Es el maravilloso mundo infantil, el mundo en el que todo está por descubrir, el mundo en el que aún no existen apenas creencias que nos limiten, donde existen hechos mágicos, como la noche del 5 de enero, como unos padres que nos guardan de todo mal, donde un plato de postre es un volante, o una nave espacial, o quizás una pista de atletismo, o….lo que su imaginación sea capaz de crear.

Imaginemos como sería nuestra realidad si pensáramos que todo es posible, sin esas creencias que nos limitan, si cada caída fuera considerada como un tropiezo sin importancia y no como un fracaso, si el valor, más que el miedo estuviera presente en cada momento, si nuestros ojos se iluminaran como lo hacían los de esa criatura cuando ha visto llegar a su padre y abrir los brazos para acogerla en ellos.

Eso es posible, no hay más que conectar con nuestro niño interior, ¿me acompañas a buscarlo?

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