Gestión emocional en las organizaciones: El reciclaje

reciclaje emocionalLlegas a casa y descargas todo el mal humor acumulado durante el día en las personas con las que convives…

Te cruzas con un colega de trabajo por uno de los pasillos y ante su “hola, ¿cómo estás?”, de tu boca sale más un ladrido que una respuesta…

Sales del trabajo y haces una llamada – lo siento, no voy a poder ir, no me siento con ganas, otro día quedamos –…

¿Te suena?, ¿es habitual o hechos puntuales a los que no darles mayor importancia?

En Ecología Emocional a esto le llamamos basuras emocionales, es decir, desechos que deberíamos gestionar de un modo eficiente y ecológico y que, sin embargo, lanzamos de cualquier manera, a cualquier persona, en cualquier momento.

Aristóteles nos dejó, entre otras, la siguiente perla: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

En las organizaciones se tiende a evitar el conflicto o a magnificarlo, a reprimir las emociones o a sacarlas sin sentido, en lugar de gestionarlas y a construir auténticos vertederos emocionales cuando, lo más recomendable, sería hacer lo mismo que hacemos en nuestros hogares: reciclar a diario en el lugar adecuado.

Llegar al final del día y poder vaciar nuestras emociones tóxicas nos ayudará a conciliar emocionalmente nuestra vida, a tener una mejor relación con todos nuestros stakeholders y a canalizar nuestra energía de una forma sostenible. Cada cual tiene una forma de hacerlo, para unos será la meditación, para otros el deporte, leer o gritar desde un punto elevado, la forma es indiferente, lo importante es deshacernos de ellas e iniciar el día con nuestro campo emocional limpio.

Prestamos muy poca atención a nuestro cuidado emocional y, profesionalmente, eso llega a incidir de forma muy directa en nuestra salud, llevándonos hacia una disfunción que empieza a convertirse en un clásico de las organizaciones: el síndrome del burnout.

Como siempre, esta limpieza no es rápida, ni sencilla, ni tan siquiera cómoda, pero sus resultados son espectaculares. Para empezar, tan solo responderte a un par de preguntas: ¿Qué hace que me relaje? y ¿Qué es lo que me conecta con mi mejor versión?, hacerlo te permitirá identificar tus contenedores emocionales y acceder a aquellas fuentes de energía que recargan tus baterías.

Ahora se trata de practicarlo a diario y convertirlo en un hábito, como cepillarse los dientes o atarse los zapatos.

¿Cómo vas a empezar a reciclar tus emociones tóxicas?

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