Esencia como éxito
Por Jordi Vilá
Cuanto más buscaba el triunfo más me iba alejando de él, buscaba la quimera que en su día me dijeron que era ese triunfo y, contra más cerca debería estar, más sentía que me alejaba.
Hasta que llegó el momento de simplificarlo todo, el momento en el que ya no había meta que no hubiera alcanzado, reto que no me hubiera propuesto…de lo que se suponía que me haría un triunfador.
Y entonces me di cuenta de ello, de que el triunfo no era otro que encontrar mi propia esencia, mi propio yo, no lo que el resto del mundo esperaba que fuera, sino lo que era en sí.
Observé, indagué, exploré y empecé a ver que contra más simpleza, más serenidad, contra más desapego, más libertad, aunque para eso debía soltar amarras, unas amarras construidas durante toda una vida, unas amarras que no querían ser desatadas, bien al contrario, buscaban su permanencia.
Pasó el tiempo y aprendí a gestionar mis miedos, a eliminar, una por una, las capas que había ido tejiendo, aprendí a disfrutar de la sencillez, de la ternura y aprendí también que cuando confiaba, el mundo entero confiaba, valía la pena correr el riesgo, era, y es, una apuesta a ganador.
Aún hoy tengo centinelas en las puertas de mis miedos, de mi desconfianza, de mis filtros y modelos, tan solo para impedir que me mantengan preso de lo que no eran sino espejismos.
En la sencillez encontré una luz mucho más poderosa que el brillo del éxito pretendido, encontré el éxito de uno mismo frente a su máscara y frente al mundo.
El tiempo ha pasado y, desde que tomé consciencia del éxito verdadero, el camino no ha sido fácil, ha sido incluso doloroso e incierto, y también un camino de crecimiento y aprendizaje. Mirando hacia atrás veo mucha oscuridad, la de la negación de mí mismo, cuando lo hago hacia delante, veo un hoy nítido y un mañana esperanzador.
¿Para cuándo quitarse esa armadura oxidada?