Entrar en ello

pies costalerosNunca había podido entender el fervor de los costaleros, las emociones desatadas en la semana santa andaluza, toda la humildad  y toda la grandeza de un pueblo, unida en la más sentida de sus tradiciones.

Veía esa manifestación desde la barrera, desde la razón, un lugar en el que estaba vetada la comprensión de aquellas sensaciones, enraizadas en costumbres centenarias que forman parte del ADN de toda una cultura.

Hasta que un buen día di en integrarme entre sus gentes, en ver con sus ojos y sentir con sus entrañas, algo que me produjo sensaciones muy intensas que me permitieron Ser como ellos eran.

El paso se cargaba en los hombros de personas capaces de llorar si la lluvia impedía la salida, un paso de más de 200 Kg. cargado en una ilusión que llevaba un año agazapada y en espera, unos descalzos, otros con los ojos enrojecidos por la emoción, el padre orgulloso de traspasar su cometido al hijo y la calle esperando.

La procesión recorría las calles de Sevilla con continuas paradas en su camino, las saetas llamaban al silencio y la emoción, las lagrimas afluían a unos ojos ávidos de sentir.

Ese día pude sentir lo que es la empatía, la diferencia entre sentir desde la razón y sentir desde el sentimiento, vivir lo vivido o tan solo ver su foto; en esa muestra, no están los aromas, las sensaciones, la ilusión, la plenitud.

En todos los ordenes de la vida puedo limitarme a pasar las experiencias de los otros por el cedazo de la razón o a vivir la vivencia que el otro está experimentando y que, sin ser la misma, me permite profundizar en su sentido. No siempre es posible pero, cuando lo es, una paleta de colores se extiende ante mi, creando cuadros que de otro modo devienen impensables.

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