Emocionalidad en el Equipo
Por Jordi Vilá
Hace unos días, estábamos con un Equipo al que estábamos acompañando en su transito hacia el lugar al que quieren llegar, es igual que equipo era, a que ámbito pertenecía o cual era su actividad, ya que lo que os cuento en estas líneas, lo hemos visto en los entornos más diversos, de la enseñanza a la música, de la empresa al deporte.
Todos los miembros del Equipo manifestaban abiertamente, no tener conflicto ni discrepancia alguna, algo que es manifiestamente extraño, puesto que en todo colectivo existen puntos de fricción que, debidamente gestionados, implican importantes fuentes de crecimiento. Su lenguaje corporal contradecía lo que decían sus palabras, con caras serias, miradas hacia el suelo y contacto visual nulo, aderezado por algunas conductas de evasión como risas sin sentido, salidas de tono, etc.
Fuimos avanzando en nuestro acompañamiento y empezamos a ver las grietas, grietas que, como en una presa, anunciaban una gran fuerza tras ellas, una presión desmesurada que necesitaba un punto de escape, sin el cual la rotura estaba garantizada y, como si de ello se tratara, empezamos a abrir las válvulas del sistema para que esa presión fuera liberada de una forma controlada.
Una vez más, las emociones se estaban ignorando en el sistema, hacían caso omiso todos sus miembros, incluso aquellos que estaban sometidos a mayor presión, sin ninguna excepción; tampoco el líder prestó atención a unas señales inequívocas.
En este caso, la zona límite estaba cerca, muy cerca y podría haber causado un gran daño en determinadas personas y, por tanto, en el conjunto del Equipo.
Es de destacar el poco cuidado que se sigue prestando al cuidado emocional de los Equipos; se les dota de los más avanzados medios técnicos, cuentan con todos los gadgets habidos y por haber, son formados en las disciplinas más sofisticadas y, por el contrario, la emocionalidad se deja abandonada como si del extra en un coche se tratara cuando, la realidad, es que es el punto crítico para el óptimo funcionamiento del Equipo.
La tensión es buena y, sin ella, los miembros del colectivo, simplemente caerían en el letargo y podrían entrar también en estrés, exactamente igual que si la presión es excesiva, razón por la cual conviene tener los indicadores emocionales bien calibrados, liberando la tensión necesaria siempre que sea posible.
Un Equipo gestionado emocionalmente, es un Equipo sano.
¿Empezamos a gestionar las emociones o seguimos pensando que estas no inciden en el comportamiento del colectivo?