Emoción y aprendizaje
Por Jordi Vilá
Ha amanecido un día gris, lluvioso, incómodo, en cierto modo, aunque siendo un mes de octubre, por lo menos refrescará el ambiente. ¿Qué es bueno o malo?, ¿Quién sabrá?
Miro hacia el mar y veo una mar embravecida, como mi ánimo; miro hacia el cielo y todo es gris oscuro, con fogonazos entre la lluvia caída, como mi ánimo. Miro las caras de las personas con las que me cruzo y son tan grises como el cielo o están tan embravecidas como el propio mar, como mi ánimo.
La emoción está en caída libre, sin paracaídas que la sustente, cada vez a mayor velocidad, yendo más hacia las profundidades. Nado como puedo entre ese magma de malestar, esa espesura mental que no atrae más que frustración…o quizás no, quizás es la oportunidad de adentrarme más en mí, de explorar sensaciones que hacía tiempo que no anidaban aquí.
Asemeja aquel chapapote de las playas bañadas con petróleo, con la similitud de que uno y otro dejan importantes aprendizajes que ahora no vemos, pero que mañana estarán ahí para nosotros. Ahora puedo entender mejor esas gentes cariacontecidas con las que me cruzo, entiendo su sentimiento, su angustia, su zozobra, como empiezo a ser consciente de la mía.
El cielo empieza a abrirse, de una forma tímida, como mi ánimo, vislumbrando que detrás de cada día gris, hay una lección por aprender, un sol esperando su momento de salida, una sonrisa inesperada, una mirada cargada de afecto y comprensión, y ahí es donde aparece una miríada de colores en forma de arco iris, con toda su diversidad cromática, auténtica borrachera para los sentidos, absorbiendo el olor a asfalto mojado y a la hierba cortada en el parque, percibiendo mi cara mojada por el agua, el sabor de la lluvia o, como decía aquella frase, poniéndome las gafas para oír mejor.
Una vez más tierra y agua, ying y yang, norte y sur, ligados de forma inexorable para darnos un sentido a la experiencia. Bienvenido sentimiento, seas cual seas, contrapunto de tu opuesto, fuente de conocimiento y de expansión.