El valor del Valor
Por Jordi Vilá
Francamente, los tan cacareados valores, no sirven para nada…salvo que realmente creamos en ellos, o por decirlo de otro modo, déjense de modas, nada resulta útil si no se cree en ello, no se le dedica tiempo, no se prioriza y no se profundiza.
Hay cientos, quizás miles de empresas que se vanaglorian en sus portales, en las paredes de sus oficinas, aulas o fábricas, de tener unos “sólidos valores”, sí, además hacen ostentación palmaria de ello, hasta que alguien se decide a hurgar en su interior y ver que tan solo es un mal disfraz.
Los valores deberían ser la brújula de una organización, ya sea un individuo, un equipo, una división o una organización completa, deberían servir para una toma coherente de decisiones, desde la compra de una empresa hasta el trato a clientes, empleados y colaboradores.
Así como la Misión es la que marca la razón de ser del colectivo y, a nivel individual podríamos decir que es su propósito, la Visión es aquel futuro ilusionante, retador y, a la par, realista y, los Valores deberían erigirse en la brújula que nos permitirá alcanzar esa Visión sin perder la esencia, la razón de ser.
Es importante que esos valores vengan de dentro, estén identificados o enumerados por las personas que forman el colectivo, de lo contrario el peligro es que sea algo que no sea vivido sino impuesto y, por ende, con un resultado inversamente proporcional al pretendido.
Otro aspecto es la coherencia entre los valores y los comportamientos del colectivo, no hay nada peor que una organización que grite sus incoherencias a los 4 vientos, como una compañía de telefonía que se jactaba de ser la voz de sus clientes cuando la realidad es que los trataba a patadas.
Cada valor debería estar bien identificado para que todos los miembros lo entiendan y lo hagan suyo para, posteriormente, asociarlos a los comportamientos que queremos que definan ese valor, solo así sabremos que estamos obrando correctamente.
Cuando en mi organización hay unos valores, tengo que verlos reflejados en todas sus actuaciones, y especialmente en momentos críticos, de nada sirve decir que soy innovador si despido a la gente que prueba cosas nuevas y se equivoca.
De nada sirve la frase de Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, tal y como se recoge en el refranero español “obras son amores y no buenas razones”
¿Dónde estaría la organización si esos valores hubieran sido trabajados a fondo y se velara por su cumplimiento?