El Ser del Coach

Foto: Koakura

Ayer terminaba un proceso de coaching virtual, mi cliente estaba al otro lado del atlántico y eso hacía complicado que las sesiones pudieran ser presenciales, así que de ese modo iniciamos el camino y de ese modo lo hemos completado, una vez más se comprueba que la virtualidad no es en absoluto un obstáculo para el desarrollo del proceso.

Recuerdo en mis inicios cuando el coaching no presencial lo hacíamos por teléfono, de hecho, el examen oral ante la ICF o la escuela se realizaba por este medio, con una llamada a un número en el que contestaba el cliente y evaluador a un tiempo. Hoy las cosas han mejorado mucho y tenemos la posibilidad de ver la cara de nuestro interlocutor, e incluso de grabar la sesión.

Cuando ayer terminé el proceso, las palabras de mi cliente llegaron a emocionarme, pude comprobar cómo se había producido un proceso de corazón a corazón, y cómo los objetivos más mentales y operativos, también pasaban por el Ser del cliente, algo que debería ser lo habitual pero que dista de ello.

Cuando pienso en los inicios de mi Ser de coach, veo reflejada a una persona insegura, más pendiente de la corrección del proceso y la técnica, que del fluir de las sesiones, ¡y aún y así, el cliente obtenía los resultados que esperaba!

Me preocupaba la calidad de las preguntas, el estar a la altura, lo que quería obtener yo de la sesión, ¿te suena?, creo que eso es algo necesario para poder llegar a otros planos de coaching es, de algún modo, la adolescencia del coach.

Y es que el coaching es fluidez, es sentirse cómodo con lo que está ocurriendo, no buscar mi objetivo si no fluir con lo que está ocurriendo en la sesión, con la aceptación incondicional del cliente, de su forma de ser, de pensar y de hacer porque, en definitiva, él o ella es quien tiene importancia, no el coach o la coach.

Mi cliente me decía – he sentido que coacheas desde el amor –, y esa diría que es la receta para conseguir ese espacio seguro y valiente que requiere una relación de coaching.

En una relación de coaching, es fundamental que el espacio creado sea de la máxima confianza, un espacio en el que ambas partes “se vean” y se permitan llegar a lo más profundo de la otra, y para eso es necesario dejar estereotipos y armaduras y mostrarse como cada cual es, algo imposible si no existe ese entorno de máxima confianza que irá fraguando con el devenir del proceso.

Y creerme, es indistinto el entorno del que hablemos, si corporativo o personal, si deportivo o sanitario, la materia prima es exactamente la misma: la persona que tenemos delante y que nos concede el privilegio de entrar en ella, un gran privilegio y una gran responsabilidad.

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