El directivo que volvió a ser niño
Por Jordi Vilá
Dicen que hubo un tipo, que dijo tener un amigo, que dijo que conoció a un Directivo, que un día quiso volver a ser niño, no recuerda en que ciudad ni en que país, ni tan siquiera si eso era verdad o tan solo una leyenda urbana pero, el hecho, es que quedó en los anales de la profesión y cambió para siempre el modo de gestionar.
Harto de sentir la responsabilidad en soledad, extenuado de notar un peso en los hombros que contracturaba su espalda, decidió buscar al niño que, alguien le dijo, seguía habitando en él. Le advirtieron que el camino no era fácil, que tendría que pasar por terrenos escarpados y bajar a las más profundas simas, que debería romper unos moldes por lo que no sería jamás comprendido.
Todo y así, y harto del hartazgo que le suponía vivir sin vivir, decidió emprender el camino, con tan solo una mente abierta y aligerando su cartera de prejuicios.
No sabía que camino tomar, que dirección emprender y, con este pensamiento, quedó dormido en su butaca, con la cabeza sobre el escritorio, y ahí es donde su niño le encontró rendido.
El niño llegó hasta el con una mirada traviesa, los labios manchados de chocolate, las rodillas peladas, los zapatos embarrados y empezó a hablarle.
¡Eh, mayor! – le dijo – me han dicho que me buscas, ¿qué es lo que quieres de mi?
No puede ser – dijo el directivo – no eres real, no eres más que un sueño del que pronto despertaré.
¿y eso que importa? – respondió el muchacho – que yo sea real o no, tan solo depende de ti; estoy en ti, vivo en ti, pero un día me encerraste y ya nunca más me dejaste salir, hasta ahora en que me has salido a buscar, gritando mi nombre como si en ello te fuera la vida.
Sé que es así, que sin ti no hay vida que quiera vivir, si no simple pasar el tiempo, atemorizado, desconfiado y receloso. Hoy sé que quiero cambiar, que necesito de tu travesura, de tu encanto de tu frescura, ¿qué es lo que puedo hacer para que salgas en mi?
Entonces, déjame salir a jugar cada vez que quiera, déjame que me salte las normas, que sea sincero, que me atreva con aquello con lo que los demás me miran mal y, en una palabra, déjame que sea yo, de vez en cuando, políticamente incorrecto.
Nuestro amigo directivo, despertó a la mañana siguiente en su despacho, con la sensación de haber dormido una semana entera; dicen que ya nunca más fue el mismo y que ya no le importó lo que los demás pudieran pensar de él. Sus colaboradores, dejaron de desconfiar y empezaron a admirarle y a seguirle y así, él empezó a Ser.
¿Dejamos salir a jugar a nuestro niño?