El coach como facilitador de crecimiento
Por Jordi Vilá
Varias situaciones vividas con individuos y equipos, me han acabado de confirmar lo que leía hace ya algún tiempo en psicología humanista, que no deja de ser una de las fuentes de las que bebe el coaching actual (Rogers, C (1987). El camino del ser. Barcelona: Kairós).
Tanto a nivel individual como a nivel sistémico son muchos los temores que albergamos respecto a una actuación en la que una persona a la que no conocemos, el coach, intuimos que indagará en nuestro interior con quién sabe que intenciones.
Podríamos decir que los más habituales van referidos a la confidencialidad de lo tratado en las sesiones, de ser evaluados/juzgados con las repercusiones que ello pudiera tener, ser rechazados, etc. Todos ellos son temores lógicos pero, debería decir, completamente infundados si de lo que estamos hablando es de coaches certificados, respaldados por un código deontológico que regula, al menos en ICF, nuestra actividad.
La llamada que hacía hacia la psicología humanista, viene a colación cuando ponemos sobre la mesa las características que harán del proceso un tránsito enriquecedor y que eran enunciadas por Rogers (1987) en función de su experiencia en la facilitación de grupos y el acompañamiento de personas.
Hablamos de tres condiciones que el coach gestionará para que el clima sea un factor coadyuvante para el crecimiento del colectivo o persona:
- Autenticidad, lo cual significa que el coach se manifiesta como realmente es, mostrando los sentimientos y actitudes que en un determinado momento puedan surgir, haciéndolos patentes de una forma asertiva.
- Visión incondicionalmente positiva del coachee, algo que podríamos traducir como una visión completa del cliente y de su aceptación como tal, sea lo que sea lo que ocurra en su interior.
- Comprensión de lo expuesto y traslación de ello, lo cual implica un profundo nivel de escucha que, al ser transmitido, permite una lectura por parte del coachee o del sistema, de aspectos que anidan en el subconsciente del mismo, ya sea personal o colectivo.
Como vemos, esto se podría resumir en que el coach o facilitador sea él mismo, acepte al cliente tal como es y, por último, sea capaz de transmitirle lo que ve, dada la profundidad de su escucha.
Contrastando todo esto, ¿qué temores pueden quedar en mi interior a la hora de empezar a trabajar un proceso de coaching?
¿Qué necesitas ahora para empezar a escalar tu propia cima?