Cruzando la puerta de uno mismo
Por Jordi Vilá
Tu sonrisa calla lo que tu interior llora, y entonces no sabes cuál es la reacción que quieres tener o, mejor dicho, cuál es la que debes tener.
Siempre te dijeron que aquello tenía que ser así, y tu les creíste, y fue tanto lo que les creíste que hasta hoy no has podido descubrir que esa era solo una parte de la verdad y que toda ella, también contemplaba otros escenarios, algunos más alegres, otros más lúgubres, pero otros al fin.
Imaginaste solo una vida sin saber que en ti yacían muchas otras dormidas, esperando a ser despertadas como hoy lo han sido.
Aquella imagen, otrora negra y avejentada, va cobrando color y renaciendo, más que rejuveneciendo, pero es solo porque le has dado la oportunidad de hacerlo, alejándola de aquella imagen que un día pensaste que era sin que en sí fuera.
Te llenabas de excusas para no cambiar aquello que tu esencia te pedía a gritos, aunque fuera a gritos de silencio, tu cuerpo te hablaba y tu lo silenciabas, hasta que decidiste salir, decidiste escuchar tus propios lamentos, quizás pensando que venían de otro, cuando ese otro no eras más que tu.
Hoy ha salido el sol, has decidido renunciar a todo aquello que pensaste irrenunciable, para abrazar aquello que imaginaste superfluo y que ha llenado los depósitos de tu vida y, al renunciar, te hiciste acreedor del mayor de los premios: tu mismo.
Una de las paradojas es que hoy te has ganado el respeto de ti mismo y, a la vez, el de todo tu sistema, tu familia, tu trabajo y tus amistades. Allá dónde veías debilidad ahora ves fuerza, porque en el vulnerabilidad estaba precisamente esa fuerza que tanto demandabas.
Ya no ordenas, ahora lideras, porque lo haces desde algo que está en tu interior, en aquel lugar dónde las recetas de los libros de gestión ya no funcionan, desde ese lugar en el que tu eres tu propio espejo, dónde las máscaras ya no sirven porque solo tu cara es la reflejada.
No ha sido fácil, ni rápido, ni indoloro, bien al contrario, has tenido que cruzar la más recia de las puertas, la de tus propios miedos y tus propias creencias, y solo lo has hecho cuándo lo contrario hubiera sido negarte. Tras la lluvia, salió el Arco Iris, porque la luz solo puede percibirse tras la oscuridad.
¿Cuándo cruzarás tu umbral?