12 horas al día
Por Jordi Vilá
No es extraño ver jornadas, hoy en día, de 10 ó 12 horas de trabajo, especialmente por parte de personas que ocupan posiciones de mando intermedio o ejecutivas, con el consiguiente nivel de estrés.
Una prueba casera y nada empírica que realizo con todos los equipos con los que trabajo, es preguntar cuántas personas utilizan férulas de descarga o están con la espalda contracturada, ¿respuesta?, el 25% de todos los equipos tienen esta incidencia, es decir, un promedio de una persona de cada cuatro.
Si el hecho fuera coyuntural, no revestiría mayor importancia pero, aquello que empezó con un “es el momento y ahora no podemos parar”, ya se remonta a semanas, meses o años, ¿qué es lo que está ocurriendo?
En una vida que hoy veo lejana, recuerdo abrir mi oficina a las 6:30 de la mañana y retirarme hacia las 20:30…y lo encontraba normal, hoy veo el error que estaba cometiendo al descuidar otras parcelas de mi vida infinitamente más importantes que el trabajo.
O los objetivos que se persiguen son desaforados (era el caso de mi empresa), o los procedimientos estaban mal diseñados o deberían despedir a la gente que no es capaz de hacer su trabajo en las horas que corresponde, repito, salvo apretón de última hora, pero sin que ese apretón pueda ser normalidad.
No es normal que alguien llame un viernes a última hora y se le diga que tal o cual cosa la tendrá el lunes a primera hora de la mañana, cómo no es normal convocar reuniones a última hora del día que se alargan sin sentido.
¿Qué diferente podría ser la vida si tuviéramos unos ritmos más sostenibles?, ¿cuánto más creativos podríamos ser?¿a quién beneficia este sinsentido?
Estas son algunas de las preguntas que me hago, pero habrían algunas más, quizás muchas más, fruto de la experiencia de 30 años de carrera profesional que me ha llevado a tener muchas preguntas y pocas respuestas.
¿Cómo sería tu vida si el reparto horario fuera de 1/3 de trabajo, 1/3 de ocio y 1/3 de descanso?